Rodante como los Stones, divertida, sufrida y anticipada a su tiempo, la agenda rotatoria Rolodex fue una invención absolutamente innecesaria, excepto porque anunciaba que una nueva época estaba a punto de llegar. Cuando nació, hacerla rodar buscando una ficha era lo más parecido a una sensación digital.

Absolutamente entrañable, la agenda giratoria de tarjetas de direcciones es un intento de mecanizar de forma sencilla y comprensible, el trabajo arduo y caótico de mantener al día una agenda profesional. La Rolodex, como tantos dispositivos ingeniosos, es un invento norteamericano que, desde su nombre a la resolución, muestra la libertad de pensamiento y creación de esta gente.

 

Rolodex es un acrónimo de Rodante e Index que, en su realización muestra el eco de la intuición genial sobre el advenimiento de la informática.

Una agenda que rueda sobre un eje con tarjetas fácilmente intercambiables para consultar, completar o incluso, llevar a una visita. El efecto rotatorio la barnizaba con un componente dinámico que, en realidad, no añadía ninguna mejora al cajoncito archivador de toda la vida. Pero su manipulación circular tenía algo fascinante que era como un aviso para navegantes despistados. La Rolodex es un icono del movimiento retrofuturista que ahora está de moda porque satisface la nostalgia de un tiempo en que las máquinas funcionaban de forma orgánica y comprensible, como las personas (salvo excepciones).

¿Era necesario darle una apariencia dinámica a la agenda? Obviamente es una cuestión ideológica, ya que el mundo de los negocios se basa en este tipo de valores, especialmente a mitad del pasado siglo. Frente a la agenda formato libro, propia de abogados anticuados con toga, y el cajoncito cutre de tarjetas con separador por letras, la Rolodex proporcionaba un principio de orden exquisito que, además, se llevaba muy bien con la cultura pop. No sabemos si Warhol usaba una Rolodex, pero estamos seguros de que le gustó su aspecto.

La Rolodex se inflaba con frecuencia acogiendo  tarjetas huérfanas de padre, obligadas a compartir estancia con las originales, con su preceptiva y aristocrática rayita roja. Tarjetas apócrifas que se agujereaban de cualquier manera para que entraran en el eje giratorio. Los post-its acabaron de liar el panorama zambulléndose y saliendo a respirar en el mar circulatorio de la agenda. Al final, la Rolodex, excepto en casos de gente muy rigurosa, se convertía en un monstruo de cabellera desordenada de mil colores, repleto de “bussines cards”, notas al margen, post-its amarillos y, en casos de caos flagrante, tiques de autobús o de gasolina.

Las primeras agendas electrónicas borraron de un plumazo estos divertidos dispositivos (para lo que iban a durar las palms, podían haber esperado unos años) y los arrinconaron al cuarto de los trastos de la oficina. Pero su espíritu transgresor de Rolling Stone, nos produce cierto cosquilleo en los dedos, ávidos de girar sus tarjetas durante una llamada telefónica aburrida.

 

Un danés afincado en Nueva York

La Rolodex fue diseñada en 1956 por el danés Hildaur Neilsen, ingeniero jefe de Zephyr American, fábrica de papelería propiedad de Arnold Neustadter, en Nueva York. El primer modelo, comercializado en 1958, era una mejora a un diseño anterior llamado Wheeldex.  Zephyr American también inventó, fabricó y vendió curiosidades como el Autodex, un directorio telefónico con muelle que se abría automáticamente en la letra seleccionada, Swivodex, un tintero que no se derramaba nunca, Punchodex, un perforador de papel y Clipodex, un dispositivo de estenotipia que se acoplaba a la rodilla.

TEXTO: MARCEL BENEDITO