Algunos de los más grandes escritores de la literatura universal crearon sus obras en la atmósfera abarrotada, repleta de humo y olores de las antiguas cafeterías. Encontraban más inspirador el fondo bullicioso de estos establecimientos para crear sus obras que la intimidad de su hogar. En la era del conocimiento, la oficina tradicional, de nuevo, convive con interesantes alternativas como los espacios públicos.
La gran revolución en la forma de concebir los espacios de trabajo es consecuencia de la aparición de unos patrones laborales radicalmente distintos a los que había generado la revolución industrial y los servicios que la complementaban. El siglo XXI inaugura la era del conocimiento, la principal fuente de energía del mundo actual, con todas las consecuencias.

En el fondo de todas las transformaciones se encuentra el nuevo trabajo alrededor del conocimiento y aunque esta sigue siendo una definición amplia y difusa, se asocia en gran medida con la creatividad, la innovación y la resolución de problemas, cuyos «productos» (libros, software, análisis de datos, pronósticos, estrategia y similares) provienen de la mente humana.
Compartir y apartarse
La gestión empresarial y el diseño de las nuevas oficinas responden a este escenario con modelos y entornos laborales que apoyan dos condiciones clave del trabajo del conocimiento: la capacidad de interactuar con otras personas para concebir, compartir o desarrollar información y la autonomía individual sobre los procesos del trabajo.
Una mayor flexibilidad, no solo en el espacio sino en el horario, permite que las personas integren fácilmente el trabajo en su vida cotidiana. Lo hacen, especialmente, cuando están equipadas con las tecnologías adecuadas y conectadas a redes de apoyo que facilitan escribir desde casa, esbozar una nueva idea en un café, recargar energías, recoger a los niños de la escuela o llevar el trabajo a un jardín en el vecindario. Llevamos la oficina en nuestro portátil y eso cuestiona la solidez de la oficina tradicional.

¿Qué nos impulsa a salir de la oficina?
Observamos que los parques, plazas, jardines y espacios públicos como las cafeterías o los aeropuertos suelen estar llenos de gente trabajando. Hay muchas razones por las que las personas optan por trabajar en el ámbito público.
Los trabajadores del conocimiento requieren una flexibilidad significativa en cuanto a dónde y cómo llevan a cabo el trabajo colaborativo versus el concentrado, y necesitan espacios para relacionarse y recargar energía. Los entornos públicos pueden ayudar a satisfacer esta demanda. Quizás, la disonancia de experimentar algo nuevo, trabajar acompañado de diferentes personas e ideas, abre la mente creativa y despierta la curiosidad.
Como testigo de estas presiones de la sociedad para conquistar cierta autonomía personal, el diseño del lugar de trabajo está preparado para una fusión sustancial con el ámbito público, creando una hibridación del espacio. En muchos sentidos, la malla de los espacios públicos ya ha comenzado a estirarse para ampliar sus funciones. Se denomina malla pública al ecosistema de lugares abiertos, en diferentes escalas y escenarios públicos y privados.

Trabajar con emoción
Las generaciones más jóvenes prefieren flexibilidad en el lugar de trabajo y, si es posible, combinada con viajes y cierta dosis de emoción. La configuración colaborativa de las nuevas oficinas permite conectar fácilmente con personas de ideas afines, creando una experiencia fluida donde el trabajo se puede fusionar con actividades sociales, redes y más. Es otra forma de promover la creatividad y la innovación.
Los hoteles se convierten, según estos argumentos, en escenarios perfectos para una experiencia de trabajo híbrida. Muchos hoteles abandonan el modelo de negocio tradicional y evolucionan para adaptarse al estilo de vida de una nueva ola de trabajadores móviles. Estos espacios no solo abren los hoteles a la comunidad, sino que pueden generar ingresos, capitalizar el espacio existente y mejorar su rentabilidad.
Los ingresos se filtran a otras áreas del hotel, como restaurantes, vestíbulos, cafés y salas, ya que los visitantes buscan explorar las instalaciones y permanecer bajo el mismo techo. En muchos casos, se añade a la oferta de escritorios a precios reducidos, la posibilidad de utilizar servicios como el gimnasio, la cafetería o roofs para eventos, lo que permite atraer a una clientela que no tiene que ser huésped necesariamente.


Cafeterías con wifi
Encontramos otra tipología de espacios que combina el ocio y el trabajo en las cafeterías con wifi abierta para clientes. El ejemplo de la cadena Starbucks es paradigmático y hace muchos años que funciona con normalidad. Son locales cuyo interior se adapta a personas que, en determinados momentos y lugares, prefieren el confort de un espacio social para abrir su ordenador y repasar el correo o leer un contrato. La intimidad y el silencio no siempre son los mejores aliados para el trabajo de los millennials.
La arquitectura de colegios, universidades y bibliotecas siempre ha tenido en cuenta esas áreas de concentración y trabajo y ha creado zonas pensadas para ello. En los últimos proyectos que hemos podido admirar, las tradicionales mesas colosales con lamparitas individuales dejan paso a espacios más informales como gradas o pufs junto al suelo que invitan a trabajar de forma relajada y no descartan la posibilidad de compartir experiencias.

Abróchense los cinturones
Entre los espacios públicos, los aeropuertos ocupan un lugar privilegiado a la hora de ofrecer espacios para trabajar. Las horas perdidas que provocan los tránsitos se pueden aprovechar de forma efectiva si el aeropuerto ofrece condiciones técnicas y confortables para trabajar. No sólo se trata de escritorios conectados sino de espacios multifunción bien planificados.

Un buen ejemplo es el aeropuerto de Munich que acaba de estrenar sus propias cabinas de reuniones, en la terminal 2. Estas cabinas se dirigen a los pasajeros que necesitan un lugar tranquilo para reuniones o llamadas telefónicas, y que pueden reservar inmediatamente, usando la tarjeta de crédito. La cabina ocupa ocho metros cuadrados, está insonorizada, puede albergar a cuatro personas alrededor de una mesa, dispone de enchufes, acceso a Internet y cortinas para mayor privacidad. Si por, ejemplo, el usuario quiere ir al baño, puede salir de la cabina y volver a entrar usando un código personal que haya elegido. Con este código, se puede salir y entrar tantas veces como se quiera durante el período reservado. Cada vez que finaliza el período de reserva de un cliente, una persona se encarga de limpiar la cabina y dejarla lista para el siguiente usuario.