El título del presente texto La oficina funciona se plantea aquí como lema. Sí. La oficina funciona y tiene sentido hoy, principalmente, como lugar de encuentro de todos los miembros de una empresa o comunidad. Para que la oficina funcione, el diseñador debe habilitar el espacio para un uso a discreción del mismo por parte del trabajador, atendiendo a la movilidad y los continuos intercambios que hoy en día caracterizan la jornada laboral.

ricardo guasch

RICARDO GUASCH es Arquitecto PhD. Coordinador del área de máster en ELISAVA. Director del postgrado en Diseño del  Espacio de Trabajo; Director del máster en Diseño de Interiores para Hoteles, Bares y Restaurantes de ELISAVA. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Inner Magazine.

Movilidad y adaptabilidad

La movilidad implica la continua intercambiabilidad de posiciones en el espacio y, en este sentido, la tarea del diseñador respecto de la oficina debería consistir en otorgar un alto grado de adaptabilidad al interior, mediante decisiones previas al proyecto que proporcionen un notable grado de indeterminación y, a la vez, que lo doten de dispositivos de complementación que incentiven su uso.

Hemos abordado estas cuestiones en otro texto al que aquí nos remitimos (Elisava, 2014.) tomando como modelo el proyecto de Sevil Peach para la Citizen Office de Vitra en Wheil am Rhein. Se trata de otorgar al espacio de trabajo un papel activo, al igual que lo es el propio trabajador que lo habita, de modo que, a partir de aquí, podemos considerar el espacio de trabajo como sujeto.

ricardo guasch savil peach vitra

Oficinas de Vitra diseñadas por Sevil Peach en Wheil am Rhein.

El despacho del futuro

Michele de Lucchi, ideólogo original junto a Ettore Sottsass y Andrea Branzi de la Citizen Office– y autor de La Passeggiatta en el Salone del Mobile de Milan de 2015, dice al respecto: “debemos  pensar el espacio de trabajo como un gimnasta equipado para entrenar el espíritu, un espacio donde las relaciones puedan generar nuevas ideas y posibilidades. El despacho del futuro es un espacio cambiante, libre de convenciones, siempre diferente y siempre creador de novedades” (Laëtitia Fritsch. “Ufficio 2015. Entre High-Tech et artisanat”). Comporta la idea del diseño de la oficina entendido como “un modo de crear cultura, no necesariamente un modo de crear un marco o una atmósfera estética” (Michele de Lucchi. “Talking the Walk”, entrevista por Spencer Bailey).

Dos juegos de mesa

Pues en el espacio de trabajo, hoy, el debate y la tarea esencial del diseñador, deben focalizarse inicialmente sobre los comportamientos (para después centrarse en las cualidades del espacio). Por si no queda suficientemente claro todavía a estas alturas, dos juegos de mesa marcan el enorme salto de mentalidad acaecido en el plazo de un siglo, el que coincide con la historia de la oficina. A finales del siglo XIX, el juego de referencia era The Office Boy de Parker Brothers (1889), un auténtico elogio al trabajo duro y la determinación -donde el jugador avanza, desde la condición más baja del escalafón de la empresa, tratando de evitar riesgos y peligros que le harían volver atrás hasta la condición de jefe de la firma en el caso de ganar la partida.

 ricardo guaschricardo guasch

The Office Boy de Parker Brothers, un juego de mesa de1889; y The WorkPlace Game, diseñado por CfPB (Center for People and Buildings) en 2007, para escuelas de negocios.

El juego característico de los inicios del XXI es The WorkPlace Game, diseñado por CfPB (Center for People and Buildings) en 2007. Una herramienta de comunicación para explicitar reglas de vida y costumbres generalmente implícitas, según afirman sus propios creadores. Evi de Bruyne y Fien Thoolen, investigadores de CfPB, explican que “The WorkPlace Game fue imaginado para facilitar el intercambio entre los comportamientos de los unos y los otros en los nuevos espacios; la toma de conciencia y la confrontación de las experiencias y de los puntos de vista; la aceptación de una necesidad de evolución de los comportamientos; el compartir los mismos valores y la elaboración de una vida en común para los nuevos espacios de trabajo”.

Los hábitos del trabajador

Los hábitos del trabajador son, ya inequívocamente, el centro de interés. Y el diseño interior de la oficina debe tener en cuenta las circunstancias que inciden sobre el amplio espectro social que puebla los nuevos entornos de trabajo: véase mezcla generacional; trabajo colaborativo; dispersión horaria; proliferación de datos; necesidad de desconexión y otros.

Un reciente estudio sobre la cuestión, titulado The Future workplace y realizado por Unum Limited con el objetivo de explorar y describir el futuro de los lugares de trabajo en Gran Bretaña durante la próxima década y hasta el 2030, muestra que “los empleados quieren ver a los cargos responsables transformando el espacio de trabajo en un sitio donde la edad sea irrelevante, los niveles de energía se maximicen, donde se cultive el pensamiento y la gente pueda desconectar cuando lo considere para refrescarse mentalmente y ser más productivos a largo plazo”.

Mindful workforce

El estudio destaca cuatro tendencias: ‘the ageless workforce’ (el puesto de trabajo sin edad -energéticamente preparados para trabajar para siempre-); ‘the mindful workforce’ (el puesto de trabajo consciente); ‘the intuitive workforce’ (el puesto de trabajo intuitivo), y ‘the collaborative workforce’ (el puesto de trabajo colaborativo).

Es especialmente interesante la  tensión que se abre entre el ‘mindful workforce’ y el ‘intuitive workforce’. Tensión que se relaciona con el uso de las nuevas tecnologías. En un extremo, se trata de aprovechar el ‘internet de las cosas’ para establecer una correlación de datos que facilite exhaustivamente la comprensión de los comportamientos de los usuarios dentro de la oficina y, en el otro extremo, está la conveniencia de desconectar.

Equilibrio entre realidad y persona

No se trata tanto de establecer una negativa frente a la evidencia de nuestra vinculación a lo digital, a lo Eugeny Morozov, Jonathan Franzen, Byung-Chul Han, Nicholas Carr y otros (“Herejes en el valle de las maravillas” de José Elola, El País, 25 de octubre de 2015), sino de encontrar el equilibrio entre esa realidad y la proyección personal de cada uno y, en medio de ello, el papel que la arquitectura de interiores debe asumir para abrir campo de acción respecto del modo de integrar esas individualidades en el espacio de encuentro de todos los miembros de una empresa que, aún hoy, no es otro sino la oficina.

ricardo guasch savil peach vitra

Así, nuestro título como lema ‘la oficina funciona’, podría interpretarse también, en segundo término, como ‘deja a la oficina tranquila’, o incluso, ‘deja al trabajador tranquilo, que la oficina funciona por sí misma al igual que él’. Como corolario, esto supone una crítica hacia los, cada vez más habituales, excesos expresivos, a la retórica de la hiperactividad, de lo divertido y de lo juguetón, que ocultan la realidad de los comportamientos y parecen reducir al trabajador a una condición adolescente y algo sumisa (las oficinas de Google y otros ejemplos similares). Por el contrario, nos encontramos hoy con un trabajador creativo, con iniciativa propia, deseoso de encontrar lugares ciertamente fascinantes y aptos para el intercambio pero también apacibles, aptos para la concentración y la toma de decisiones.

Es un indicio de esta preocupación que comience a hablarse tanto de cómo acelerar la serendipia o “cómo descubrir por azar lo que no se ha buscado” en los entornos de trabajo, es decir, de “cómo establecer las condiciones para que se den los hallazgos inesperados o para favorecer la mayor probabilidad de descubrimientos imprevistos positivos que resultan de la colaboración entre personas con intereses diversos pero con una misma posición proactiva ante la vida” (Workforce. A better place to work).

Espacios intersticiales de interacción

Un interesante texto de Françoise Bronner apunta algunos conceptos espaciales emergentes como consecuencia de las dimensiones de la serendipia: provocar el desplazamiento de los trabajadores localizando hábilmente ciertos espacios de funciones originales; crear espacios intersticiales de interacción y de colaboración para incrementar la participación del colectivo en los saberes y las experiencias y la probabilidad de emergencia de nuevas ideas y, en fin, equipar el espacio con múltiples fuentes de inspiración, de información y de experiencia (objetos, libros, artefactos insólitos…), para favorecer la sagacidad y la abducción (Françoise Bronner: “Hasard, flow, et innovation de rupture. Sérendipité et espace”).

Además, si el conjunto de avances tecnológicos, es decir, la arquitectura digital, garantiza el control de la información y la planificación de una compañía y habilita su estrategia de mercado,  su equivalente físico, la forma arquitectónica, puede relajarse y contrapesar este orden ofreciendo una realidad sugestiva y activando, desde su tactilidad, la conciencia del entorno físico sobre el usuario. Tal como dice el arquitecto y profesor en Harvard, Florian Idenburg, responsable del estudio So-Il: “El espacio de trabajo puede devenir un oasis sensorial en un saturado entorno digitalizado” Florian Ildenburg: “Workspheres. Anticipatory environments that foster interaction”, Park Books, Zurich, 2013.

¿Es necesario el aislamiento?

En oposición al ‘solucionismo tecnológico’ (Eugeny Mozorov, 2013) y al ‘dominio de las máquinas sobre nuestras mentes’ (Nicholas Carr, 2011) que implica nuestra disolución en la red en un acto de permanente complacencia automatizada, ese espacio táctil puede acoger al individuo aumentando su rendimiento mediante configuraciones que faciliten la concentración e, incluso, la soledad y la opción de aislarse.

Al hilo de estos pensamientos, para acabar, veamos estas palabras de Peter Handke: “¿Por qué es tan necesario el aislamiento? A mí me pasa que en según qué compañía el yo enmudece, me quedo sin palabras. Es cuando ha llegado el momento de desaparecer y buscar un lugar silencioso –no tiene que ser el baño-, con algún pretexto, pues allí vuela el habla. (…) tienes que apartarte de la sociedad para volver a ser sociable, para que vuelva el lenguaje. Para que puedas hablar contigo mismo. Es muy importante que un hombre pueda hablar consigo mismo. Cuántas veces me ha pasado esto, nada más cerrar una puerta detrás de mí y en mi interior algo empezaba a hablar. Mientras antes, en medio de la gente, estaba sumido en la más absoluta mudez. Hay una diferencia muy grande entre el silencio y la mudez. Las sociedades de hoy están más amenazadas que nunca por hacer enmudecer al individuo” (Peter Handke. Entrevista por Cecilia Dreymüller, El País, 25 de octubre de 2015).

Lo que Peter Handke anhela tal vez pueda ser el  ‘flow’ o estado de la calma pura. “Un estado de motivación y de concentración que sobreviene cuando el individuo está completamente inmerso en una actividad” (Françoise Bronner).

TEXTO: RICARDO GUASCH
ILUSTRACIÓN: RAÚL BENEDITO